Hay tardecitas que observando las aves regresar a sus
nidos, se estremece cada fibra de mi ser y despiertan del letargo aquellos
sueños de juventud, donde solo quería agitar las alas y elevarme en busca de
nuevos horizontes.
Fueron años difíciles y nuca tomé el toro por las astas. Siempre
dejé para después mis anhelos, para contentar a quienes tenía alrededor.
Hasta ahora me doy cuenta el error que cometí, posponiendo
tantas cosas.
No fui feliz, e hice infelices a los demás, pues no era mi
yo verdadero, quien estuvo junto a ellos.
A veces creo que es tarde, que mis alas han de haber muerto
después de tantos años de opresión; pero
cuando veo a estas aves pasar frente a mí, batiendo sus alas con determinación,
enfrentando el ocaso sin miedo a perderse, el cosquilleo que se produce en mi
interior, me indica que quizá, aún es
tiempo de intentarlo.
Mónica Beneroso
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