Bienvenidos a este rinconcito de magia y fantasía, dónde el alma puede soñar y la mente se libera, donde todo es posible, donde mi "locura" queda plasmada en letras.
Procuro hacer de este lugar, un remanso de paz, un punto de encuentro con otros que como yo, ven el mundo con ojos de poetas.
Un vuelo mágico donde el tiempo pierda sentido y el reloj se inútil.
Será un portal hasta mi alma, cada palabra es una pieza en el puzzle de mi vida.
Los invito recorrerlo y a soñar juntos, solo es necesario un poquito de magia en el corazón...


viernes, 27 de abril de 2018

En la tierra, como en el cielo




Rocío desde pequeña decía recordar un enorme campo de rosas. Decía que venía de allí, que jugaba allí y alguien vestido de blanco, vino a preguntarle si quería volver.
Como ella le dijo que si, este ser, le dio la mano y se dirigieron a una enorme nube de color rosa, y ella sintió que volaba.
Creció siempre con gran amor a las flores, sobre todo a las rosas, así que cuando fue mayor, compró un establecimiento y se dedicó al cultivarlas.
Los últimos años, la acompañaba Ámbar, una perrita, la cual no se despegaba de ella. Pasaban horas en el campo, sentadas en la hierba observando el horizonte, pues hasta allí se extendían las rosas. Podía vérselas a lo lejos. Rocío con un sombrero de paja que la protegía del sol y Ámbar saltando entre las flores.
Al envejecer, siempre dijo que quería que esparcieran allí, sus cenizas.
Un día se sintió mal, y fue su perrita quien alertó a su hijo.
Ella logró llegar a la casa caminando, pero sintiéndose muy mal. La sentaron en una silla bajo el corredor, quitaron su sombrero y le mojaron la cabeza. Siempre le decían que tuviera cuidado con el sol, que estaba demasiado fuerte a veces, cuando decidía salir a caminar. Ámbar se acostó a sus pies y se los lamía, como intentando reanimar a su ama.
Rocío tuvo que ser internada y a los días falleció.
Su familia cumplió con su pedido, y arrojaron las cenizas en el campo de rosas.
La pequeña perrita, se sentaba y observaba el horizonte, buscándola. Pasaba ratos en el campo, luego volvía y se acostaba debajo de la silla, donde su ama estuvo sentada el último día.
Pasaron los días y la perrita hacía su rutina, iba al campo y volvía a la silla.
Una tarde, al cumplirse un mes de la muerte de Rocío, la familia escuchó como Ámbar ladraba muchísimo en el campo, de una manera extraña.
Al rato, la vieron volver corriendo a la casa y ésta vez, no volvió a la silla, sino que fue directo a la falda de una de las nietas de Rocío. Subía y bajaba de la upa y corría a la puerta, mirándolos con gran ansiedad. Roque, el hijo de Rocío y padre de la nena, decidió seguirla.
Era evidente que algo quería. Al llegar al campo, al lugar donde solían sentarse Rocío y la perrita, encontraron el sombrero de paja entre las flores.
Nadie comprendía que hacía allí aquel sombrero. Nadie de la familia, lo había dejado allí. Lo único que les quedaba pensar, era que el viento lo había volado, puesto que lo mantenían en un perchero próximo a la ventana, en la habitación que había sido de Rocío.
Cuando llegó a la casa, Roque subió a la habitación, y no encontró el sombrero ni respuestas, sino más preguntas que nunca tuvieron explicación. Un rosa blanca, perfecta e inmaculada, descansaba sobre la cama de Rocío.

lunes, 9 de abril de 2018

Aún es tiempo





Hay tardecitas que observando las aves regresar a sus nidos, se estremece cada fibra de mi ser y despiertan del letargo aquellos sueños de juventud, donde solo quería agitar las alas y elevarme en busca de nuevos horizontes.
Fueron años difíciles y nuca tomé el toro por las astas. Siempre dejé para después mis anhelos, para contentar a quienes tenía alrededor.
Hasta ahora me doy cuenta el error que cometí, posponiendo tantas cosas.
No fui feliz, e hice infelices a los demás, pues no era mi yo verdadero, quien estuvo junto a ellos.
A veces creo que es tarde, que mis alas han de haber muerto después de tantos años de opresión;  pero cuando veo a estas aves pasar frente a mí, batiendo sus alas con determinación, enfrentando el ocaso sin miedo a perderse, el cosquilleo que se produce en mi interior, me indica que quizá,  aún es tiempo de intentarlo.


Mónica Beneroso
Derechos resevados
Imágen de la web.

miércoles, 4 de abril de 2018

Lloran las letras…


Lloran las letras…

Se han acordonado las palabras,
redirigiendo su rebaño
hacía un terreno más afortunado,
que las unja de verbos.
En tierra prolífica, echan raíces
los versos, agigantándose
a cada golpe de latidos,
extendiéndose, pero
denotando la ausencia…
La necesidad, se hace urgencia,
el alma se muerde a sí misma,
y la piel,  se calcina de tanta nostalgia.
El insomnio se agiganta, 
con cada pensamiento,
con cada suspiro de hastío,
para luego sucumbir,
abatido por  lágrimas…

Mónica Beneroso
Derechos reservados
Imágen de la web

martes, 3 de abril de 2018

Un mar de rosas…







Un mar de rosas…

Había sido un largo día, uno más de esos que se repetían hacía bastante ya.
Nada bueno me pasaba. Todo estaba de cabeza y la verdad estaba agotada, físicamente, mentalmente y sobretodo espiritualmente.
Esa noche llegué a casa, congelada de frio y empapada por aquel estúpido que antes de mirar, lanzó un baldazo de agua por la ventana, dejándome petrificada del susto. Ni insultos me salieron porque ya estaba acostumbrada de que todo lo que podía sucederme, pues me sucedía.
Tiritando, intenté correr las últimas calles que me separaban de casa. Parecía una loca… empapada, el pelo escurría agua, el maquillaje corrido, los zapatos que se me descalzaban, y la gente que no hacía ningún esfuerzo por disimular al verme. Solo logré correr media calle, luego desistí o encima terminaría con un tobillo quebrado, cosa muy probable, teniendo en cuenta  mi mala suerte.
Al fin llegué a la casa, abrí la puerta… largué todo por el camino y me metí bajo la ducha caliente. Que placer!!!! Era lo único bueno que me pasaba en el día….
No tenía ganas ni de comer… pero me hice una taza de café caliente y cené dos empanaditas… y ya, me fui a la cama sin más.
 Me costó dormirme, pensando el porqué de tanta mala suerte. A ningún resultado llegué… sería lo que me había tocado en suerte.
No tenía caso perder tiempo de dormir, pensando algo que no tenía respuestas o al menos yo no había encontrado ninguna.
Puse el despertador a la 7 am. Como siempre… apagué la luz… me arropé y cerré los ojos.
No sé cuánto habré tardado en dormirme, pero el despertar lo recordaré siempre.


 Algo me hacía cosquillas en la nariz. Eso me despertó. Abrí los ojos, y el sol me cegó.  Sobresaltada me senté en la cama y mire alrededor estupefacta.
¿Qué rayos está pasando?-  me pregunté-  ¿Y ahora qué?
Mi cama estaba en medio de la nada. Bueno no exactamente en medio de la nada,  en medio de un campo de rosas blancas, tan extenso que no podría explicarlo con palabras.
El cielo se veía tan azul, como jamás lo había imaginado.   El perfume era... intenso, tan intenso que embriagaba.
Estaba tan maravillada con lo que veía, que no podía ni siquiera plantearme que hacía allí.
Mis ropas no eran las mismas con las que me dormí, vestía una blusa blanca, casi hasta los pies.
Me bajé de la cama, y así descalza comencé a caminar entre aquel océano de rosas.
Es indescriptible la belleza de lo que veía. ¡Cuánto quisiera poder expresarlo con palabras!
A lo lejos pude divisar un árbol muy frondoso, del que centelleaban pequeños cristales.
Caminé hasta allí, muy despacio, es que no quería dañar ni un pétalo de aquellas rosas.
El sol, estaba en el punto más alto del cielo y sus rayos caían sobre mí con una tibieza que jamás había sentido.
A medida que me acercaba, pude oír el sonido de caireles, producido por aquellos pequeños cristales, al mecerse con el viento. La paz que inundaba mi ser, era indescriptible.
En ese momento me dije:
Si para vivir esto, tuve que vivir lo que viví, agradezco al cielo mi mala suerte.
Los pequeños cristales eran  parte del árbol, como si fuesen sus pequeñas florecitas, ¡Cuánta belleza mi Dios!
Pasé horas, bajo el árbol, luego estuve caminando, observando… pero el sol jamás se movió.
Sin saber qué hacer, y sin entender lo que estaba pasando, pensé sería mejor  regresar al lugar donde estaba la cama.
En el camino de regreso todo era distinto. Pude ver otros árboles, los cuales antes no estaban y animalitos que tampoco había visto antes,  me observaban pasar.
Un murmullo, muy parecido al del mar, llamó mi atención. No tuve más que mirar hacia atrás, para percatarme que mis pasos quedaban marcados en la arena, ya que yo misma salía del mar… aunque nunca me di cuenta, sino hasta ese momento.
Allí, donde antes estaba mi cama, me esperaba un ser rodeado de luz. Una luz tan intensa que casi opacaba a luz del sol.
Tenía un pequeño cristal entre sus manos, un cristal creo yo, como los que pendían de aquel árbol maravilloso, o al menos era demasiado el parecido.
No supe que hacer, si hablar, acercarme, o que…
Pero entonces, me estiró sus manos ofreciéndome el cristal. Quise dar unos pasos para acercarme, pero algo me movió hacia él, sin necesidad de mover mis pies. Puso el cristal en mis manos, y sentí un cosquilleo por todo  mi cuerpo y una emoción tan grande que jamás había sentido .Las rosas se extendían mucho más allá de lo que pudiesen alanzar a ver mis ojos, tomando distintos colores mientras el  aroma se hacía más intenso aún, invadiéndome por completo.
Desde atrás de aquel ser, otros seres aparecieron, emergiendo de entre las rosas. Otros emergían del mar, a mi espalda, otros parecían venir del sol, y todos  se unían formando un gran círculo a mí alrededor. Todos me observaban con mucha ternura. Jamás sentí miedo, al contrario me daba mucha paz.
Se tomaron de las manos, generando entre ellos aún más luz, quedando casi invisible la figura.  Giraban a mí alrededor tan rápido, que sentí  girar con ellos, pudiendo notar que también perdía mi forma, volviéndonos esferas de luz.
 Una energía muy fuerte me recorría entera, algo que nunca había experimentado.
Un rayo de luz violeta, muy pálida,  me envolvió entera, entonces sentí que el sueño me vencía. Luché por mantenerme despierta, para agradecerle a aquel ser, su regalo y preguntarle quienes eran y porqué yo estaba allí, pero no pude. Sentí que algo me sostenía y me ayudaba a recostarme.


El sonido del reloj, me despertó y nuevamente sobresaltada quedé sentada en la cama.
Mi familia estaba allí, rodeando la cama en mi habitación, con caras extrañas.
Yo no entendía nada.
¿Que sucede?  -Pregunté- ¿Qué hacen aquí, todos alrededor mío? ¿Es que nunca me habían visto dormir? ¿Porque traen  esas caras?
Mi madre se acercó  a mí y me abrazó tan fuerte, que casi me corta la respiración. Noté un suspiro de alivio y agradecimiento, mientras repetía ¡gracias Dios mío, gracias!
__Hija querida que susto tan grande nos has dado,  no podíamos despertarte.
__Que exagerada mamá, si no hace ni diez horas que me acosté, cansada, muerta diría yo… ¡pero al fin tuve una noche de descanso! ¡Que placer dormir así y soñar tan bonito!
__ ¡Hija mía… has estado así más de 3 días!
__ ¡No mamá!… yo ayer trabajé, llegué a casa empapada, muerta de frio y  cansancio y me acosté- Uff mira la hora que es ya,  se me hace tarde debo ya salir al trabajo.
__Hija hoy es domingo. Duermes desde el miércoles.  El jueves,   no te presentaste a trabajar y me ha llamado tu compañera Mary. Por eso vine aquí hija, y no pude hacerte reaccionar.
Los médicos no saben que te sucedía. Solo dijeron que tus signos vitales estaban bien… como si simplemente durmieras. Analizaron tu sangre y no había rastros de medicinas ni drogas. ¿Qué pasó hija?… dime.
__Nada madre, ya te he dicho, solo regresé cansada, me duché, comí algo, tomé un café y me acosté a descansar, lo necesitaba. Tuve la noche más hermosa de mi vida. ¡Dormí tan bien!
Soñé cosas tan hermosas, que hubiese querido seguir soñando.
__ No fue una noche hijita… dormiste  desde el miércoles a la noche, hasta hoy domingo que recién despiertas.  Y que  es eso que soñaste, cuéntame. Qué es ese sueño tan bonito que dices.
Así que le conté a mi madre, aquel hermoso sueño del mar de rosas, el árbol de los cristales  y esos seres  que me dieron tanta energía y paz.
 Me bajé de la cama para vestirme, y entonces noté que no traía mi ropa de cama, sino una blusa blanca que casi tocaba el suelo.
Me di vuelta y le dije a mi madre: ¡No estuve soñando mamá, estuve allí!
__ ¿Qué dices hija?  Preguntaba mi madre, más extrañada todavía.
Era lógico, pobre mamá, si hasta yo me dije… ¿Qué estoy diciendo? ¿Cómo voy a estar allí? Fue un sueño. ¿Fue un sueño?
Pero ya no volví a repetirle mi pensamiento a nadie.
Fue muy difícil explicar todo, una y otra vez. Ni yo misma entendía lo que había pasado.
Aun no comprendo  cuando pasaron eso tres días,  si yo estoy segura que  me acosté y desperté como siempre, con la bocina del reloj.
Y ellos, jamás entenderán que me sucedió.  Porque si,  era real, era domingo, había dormido más de tres días.
Ya todos habían salido de mi habitación,  yo no salía de mi asombro. Yo sabía que esa blusa no era mía.
Los demás detalles, como el cristal que luego descubrí bajo la almohada,  preferí guardarlos,  por miedo a pasar por loca…
El cristal,  lo llevo colgado en mi cuello hasta hoy… y mi piel,  desde entonces huele a rosas.